jueves, 13 de febrero de 2014

La hipótesis del cuadro robado (1979)

Título: La hipótesis del cuadro robado (L’hypothèse du tableau volé)
Año: 1979
Director: Raoul Ruiz
Género: Drama, Cine experimental
Reparto: Jean Rougeul, Jean Reno, Anne Debois, Alix Comte, Jean Narboni, Alfred Bailou, Bernard Daillencourt, Daniel Grimm, Vincent Skimenti

La hipótesis del cuadro robado, del cineasta chileno Raoul Ruiz, se me presenta como una de esas películas que tengo que ver en mi casa, con un grado de disposición elevado y en suma tranquilidad. De otra manera se convertiría en un discurso tedioso con el que sería muy difícil conectar. 

Desde el principio puedo intuir que se nos propone un juego de muñecas rusas: un narrador que habla con otro narrador -el coleccionista de arte-, que a su vez interpreta lo que un artista -el también hipotético pintor Tonnerre- nos quiere contar. Esta fórmula, propia de Henry James, nos sumerge en una realidad ficticia donde hay que desvelar los entresijos de un misterio. El juego de la matrioska continúa cuando el coleccionista de arte se introduce en los cuadros y nos da su propia interpretación de las obras en forma de diálogo con el narrador. El ritual de la interpretación y la crítica causó un escándalo en la anterior generación y el coleccionista nos habla de cómo sus padres condenaron al pintor, de cómo los cuadros fueron vedados, de cómo se escribe la historia del arte. La película se convierte en una reflexión sobre el arte y la crítica en sí misma. El coleccionista llega a la conclusión de que uno de los cuadros fue robado, pero consigue descifrar el enigma, que conecta a una familia burguesa con un asesinato, el culto a un dios andrógino y una secta. Todo está plagado de simbolismos: espejos, movimientos circulares que conectan unas obras con otras, que proyectan esferas... Todo apunta a lo infinito, a que amar el arte es una continua reflexión, un análisis que nunca acaba. Y esto mismo se hace evidente cuando, al final de la película, el coleccionista admite que lo expuesto no son más que sus interpretaciones a lo largo de los años y se pregunta si todo ha servido de algo. Volvemos al punto de partida. ¿Qué importancia tiene para nosotros, seres de este mundo, trascender en un asunto más vasto? Satisfecho hipotéticamente el enigma, seguimos en el vacío. 

La película está catalogada como cine experimental, y como reflexión sobre el arte me parece una propuesta interesante. Los planos, la puesta en escena y el juego de iluminación propio del barroquismo de Welles son de una belleza admirable. Apuntar, además, que me ha parecido percibir algún guiño al cine de Bergman, del que me confieso un ferviente admirador. La escena final en la que el coleccionista nos acompaña a la salida y, habiéndose rendido ante el misterio de nuevo, se mezcla con las figuras de los cuadros y vuelve a impresionarse es un momento memorable y muy significativo.

"Una duda me acosa: me pregunto si tal esfuerzo valió la pena. Confieso dudarlo bastante."