Año: 1957
Director: Ingmar Bergman
Género: Drama, vejez, road movie
Reparto: Victor Sjöström, Bibi Andersson, Ingrid Thulin, Gunnar Björnstrand, Folke Sundquist, Björn Bjelvenstam, Naima Wifstrand, Jullan Kindahl, Max von Sydow, Åke Fridell
Fresas salvajes nos cuenta el
viaje que hace su protagonista, el profesor Borg, hasta Estocolmo, para ser
homenajeado como profesor en la universidad. En el camino, junto a su nuera,
hará nuevos amigos, visitará antiguos conocidos y recordará momentos de su
juventud.
Bergman, considerado uno de
los directores más influyentes del siglo XX, narra la historia del anciano Borg
con un estilo propio muy característico: ritmo lento -que no tedioso- que
invita a reflexionar sobre los diálogos y la simbología, planos limpios y una
importante carga filosófica -al igual que en su obra maestra, El séptimo sello-
y poética, tanto de expresión como de contenido.
En el caso de Fresas salvajes
asistimos a un estudio de la vejez por medio de caminos, recuerdos e incluso
espacios oníricos simbólicos. Borg asiste confuso a este despliegue de
añoranzas y miedos propios de la recta final en la que se encuentra. En el
viaje hacia Estocolmo para ser condecorado como profesor de ciencias, se unen
diversas generaciones e ideologías en el coche, junto a él, como una metáfora
de las diferentes etapas de la vida. Los conflictos cambian con la edad: para
los jóvenes, el amor e incluso la política y la religión; para los adultos, las
dudas sobre el matrimonio y la vida en general; para los ancianos, el final, al
que asisten con simulada indiferencia. No creo que sea casualidad o simple
capricho que la pareja adulta que discute en el coche se quede en el camino. En
los jóvenes, como comento antes, se plantea el conflicto de la ciencia contra
dios.
Hacia el final de la
película, Borg es juzgado en sueños por haber tratado con despotismo a las
personas de su alrededor, concretamente a su esposa. Todos le ven como un viejo
egoísta y la culpa en el sentido judeocristiano florece en su subconsciente. En
el sueño le acusan, además, de desconocer cuál es el principal deber de un doctor,
siendo éste el saber pedir perdón. En realidad, Borg carga con la frustración
de haber estado siempre enamorado de su prima, con la que se casó su hermano.
El castigo al que es condenado es la soledad.
Fresas salvajes me dice más
aún después de haberla visto una segunda vez. Es una película creada a partir
de una sensibilidad y un cariño sin precedentes. Es una obra maestra de
mediados del siglo XX, muy recomendable, y que invita a reflexionar sobre
diversos aspectos de las etapas de la vida. No he podido evitar relacionarla con la reciente y también magnífica Nebraska, lo que demuestra que, pese al paso del tiempo, Fresas salvajes sigue indagando en temas de interés actual. Un excelente trabajo de Ingmar
Bergman.